Wednesday, February 02, 2005

Historia de un loco confundido, enamorado y correspondido a medias por quien no tenía la libertad necesaria.

*aviso: usted esta a punto de leer una historia no muy feliz.


Podría llamarle a esto “Crónica de una muerte anunciada” pero García Márquez ya uso ese título. Mejor sólo les cuento la homo erótica historia de este amor o mas bien desamor amargo y bello, del que no me arrepentiré nunca, y que aunque quisiera borrarlo de mi mente, sé que no puedo y no debo.

Todo sucedió en una bella ciudad de elegantes hombres y bellas mujeres, donde al principio todos queremos ser amigos, hasta que nos traiciona nuestra propia naturaleza. He decidido llamarle “Santiago de Damas Fértiles”.

Un día cualquiera, por eso de no tratar de recordar las fechas me encuentro allí, solitario y aburrido, por lo que recurro a lo que todos recurrimos, los amigos, la calle y el alcohol. Llegamos a un bar, nuevo para mi, viejo para sus habituales clientes y tomándome unos tragos con El Príncipe, vi entrar por la puerta un ser hermoso, probablemente el mas hermoso visto en algún tiempo por estos ojos. Era de baja estatura, pelo oscuro, nariz pequeña, ojos tristones pero llenos de vida y una sonrisa que provocaba dos hoyuelos a los lados de sus mejillas que simplemente me fascino.

Un ataque de osadía de El Príncipe, quien notó mi reacción tras la entrada de ese hermoso ser, logró traer a El Bebo hasta mi mesa, iniciar conversación y ver desde su asiento real el espectáculo de conquista mas extraño imaginable. Quien bien me conoce, sabe mis limitaciones interpersonales generadas por la timidez extrema que sólo me embarga cuando realmente quiero algo. Esa noche no fue así, me sentí lanzado, osado, bello y voraz. Tenía una presa jugosa en frente y cual vil depredador me lancé a su captura.

El Bebo fue capaz de, en unos minutos, romper con mi pose de agresor y ver a través de ella para encontrar la ternura que mi corazón sabe abrigar. El toque de sus manos lo conocí por otro impulso de El Príncipe, que mientras nos veía como a una obra de teatro decidió ser director por otro instante, cogiendo mi mano y la mano de El Bebo y uniéndolas, pues a su entender eso faltaba en su obra. Puedo aun hoy recordar esa sensación que debo de agradecerle a El Príncipe porque nunca me hubiese atrevido yo, aunque hasta ese momento bastante osado ya había sido dado que mis primeras palabras a El Bebo después de “un placer” fueron “me gustas…y mucho”.

Lamento decepcionarles, pero esa noche hasta ahí llega, no hay “Saltos mortales ni hombres por los aires”.

La noche siguiente me trajo más sensaciones nuevas, en un descuido suyo atrape a El Bebo en la puerta del baño, lugar que por un instante convertí en mi perfecta y rosada burbuja donde solo existíamos El Bebo y yo. Le robé el beso más intenso de mi vida en tres o cuatro segundos, y me marcó. Aún tengo en mi memoria el olor de aquel jabón barato con que se lavo las manos, el frío de sus labios al besarlo, la textura del pelo corto gelatinado con algún producto no muy fino y el sonido de su aliento al respirar entre besos. Lamentablemente fue un instante muy corto, por la preocupación de que alguien fuese a necesitar el espacio que ocupábamos y nos encontrara. Cuidadosos, logramos salir sin generar controversia alguna, y esa noche lo perdí todo: La cabeza, los estribos, la cordura, el raciocinio y la frialdad que me suelen caracterizar y, peor aún, el poder sobre mi mismo.

Esa noche removió mis sentimientos, y por primera vez sentí que me entregaba, indiscriminadamente, a la voluntad de un desconocido. Decidí en ese momento que seria su marioneta, que El Bebo podía hacer conmigo lo que quisiera. Soñé con él toda la semana mientras me hallaba a unas horas de aquella ciudad, en mi hogar de semana.

Al llegar el ansiado viernes, embarqué mi viaje a su encuentro nueva vez. Pero en esta ocasión no sería tan agradable. Nos encontramos en nuestro lugar habitual, aquel bar, y la magia de esa noche murió en el instante en que intenté adivinarle el pensamiento y no pude. Así que me decidí a preguntarle qué pensaba, si pensaba en mí, si pensaba en nosotros. El puñal lo sentí mientras leía el mensaje que me escribió por tratar de disimular ante la audiencia allí presente. “Lo que sucede es que yo tengo pareja…me gustas mucho…no quiero jugar contigo o hacerte daño” son las frases que recuerdo de aquel mensaje. Intente no demostrar el dolor de aquella fría hoja de metal que sentía alojada en mi corazón, pero creo mi esfuerzo fue infructífero.

Se acerco a mí y me pidió no descartarle como amigo, y así lo prometí, sólo que en mi cabeza, no le había descartado como proyecto de conquista tampoco. Hoy entiendo que esto me lo busqué yo solo.

En nuestro próximo encuentro El Bebo me dio una señal de paso. Me hizo entender que me abría las puertas y yo, perdidamente entregado, malentendí que él sería mío, mas no terminaba de entregarse, como si algo le frenara, pero ese detalle no quise verlo en aquel momento.

Esa semana fue para mi de grandes ilusiones, de sentirme cual quinceañera conquistada por su príncipe azul que llegaba a pedir su mano. Incluso me atreví a lo nunca antes pensado, sorprenderle llegando una noche antes de nuestro planeado encuentro. Vaya error!!!

Llegué a su ciudad, fui a casa de mi padre, me vestí pensando cuidadosemante en cada uno de los detalles de mi vestuario e imagen para causar impresión y dejar una fuerte huella en El Bebo. Pero el sorprendido esa noche fui yo, al llegar me recibe Nena, la mejor amiga de El Bebo, con ojos de sorpresa y actitud absorbente. Cuando logro soltarme de sus palabras de bienvenida y ganas de charlar, me acerco a saludar a El Bebo, y a dos personas para mí irrelevantes a quienes les ofrezco un limitado gesto de pura cortesía. Sigo saludando a los demás habituales del local y por ver a El Bebo ocupado con sus irrelevantes amigos me sumerjo en conversación con Nena quien de ánimos caídos me empieza a contar de sus amores y desamores, de sus mujeres y sus hombres.

En medio de mi conversación con ella, El Bebo se me acerca y me clava la segunda puñalada. “¿te fijaste en las personas con quienes conversaba?”, respondí afirmativamente, había notado a los irrelevantes. “pues el más alto de los dos, el de la camisa oscura…es mi pareja”.Esta vez la hoja fría de metal parecía no tener filo y sentía la presión extra necesaria para herirme. Justificando a El Bebo, me digo a mi mismo, “es mejor aclarar adelante, para evitar situaciones extrañas”. Pero ese intento a justificación no mejoro nada, fui en decadencia minuto a minuto toda la noche hasta que el momento clímax de mi dolor aparece cuando se van juntos El Bebo y el irrelevante. En ese instante perdí hasta la esperanza y decidí salir de ahí. La mezcla del dolor y el alcohol ya ingerido me hizo llorar hasta dormirme, por cansancio de tanto llorar.

El día siguiente fue aún más extraño pero esperanzador, creo. Al despertar, me dan mensaje de que me han llamado 6 veces en la mañana, mientras dormía, una joven que no daba su nombre y un tal Bebo. Acompañé a El Bebo y a Nena gran parte de la tarde, y ambos insistían en que yo tenía rasgos de extrañeza en mi actitud. Confundido sería la mejor manera de describirlo. Después de la noche anterior y seis llamadas en la mañana, no sabía si el interés estaba o no. Al caer la noche cada quien a ponerse la cara nocturna a sus hogares para mas tarde reunirnos en nuestra guarida, el bar aquel.

Todo era perfecto, extraño, pero perfecto. Hasta que en un momento siento la llegada del irrelevante y su más irrelevante amigo. La tristeza intentó embargarme pero en ese momento, Chacha, la adorada prima de El Bebo, me aconseja no desesperarme y me dice que no estoy luchando por un imposible. Mi confusión crece, pero decido mantener postura y esperar a ver qué pasa.

A lo largo de esa noche, El Bebo osadamente corrió varios riesgos al robarme unos besos escurriéndonos de la vista del irrelevante y sólo me pedía que lo besara, que no preguntara, como quien dice “sólo disfruta y no pienses”.

Decidido estaba yo a olvidarle, pero esa semana en una conversación con Nena, ella me dice que el irrelevante ya no es problema para mi, que eso parecía haber terminado. Una vez más mi ceguera por enamoramiento me impidió oír ese “parecía” y volví a ilusionarme. Entonces me convenzo a mi mismo de darme un último chance con El Bebo y a darme un chance más a conquistarle. Error más craso aún que el anterior.

Por razones familiares el fin de semana siguiente me encontraba en su ciudad, y en la mejor de mis galas después de cumplir con los compromisos de la noche en curso, fui a verle y a dejarme ver. Otros compromisos por cumplir habían esa noche y El Bebo no dudo en acompañarme aunque esa noche el irrelevante estaba allí, en el bar aquel. Me sentí rey, dueño del mundo el más bello de todos los conquistadores. Y la noche siguiente entre sus amigos y en un ambiente fuera del bar aquel, El Bebo no dudó en demostrar a mí y a quienes estaban allí también su entrega. Eso para mi era algún tipo de señal, había ganado mi batalla contra el irrelevante, o al menos así lucía.

Mil intentos de vivir mi cotidiana existencia esa semana fueron imposibles, no dejaba de pensar en él.

Una vez más emprendí mi rumbo a su ciudad, negándome a escuchar los consejos de mis amigos cercanos cuando me decían que eso nunca funcionaría, por la distancia y mil razones más.

Mientras allí estuve, los consejos parecían mas infundados, pues ese fue el más maravilloso fin de semana de esta historia, por esos dos días fue mío, del todo, sin presiones, sin poses, sin trabas y sobretodo, ya sin el irrelevante de por medio, por lo menos así lo entendía yo. Besos y caricias inocentes reinaron esos dos días, días bellos, rosaditos, felices, días que despertaron en mi una nueva esperanza, otra vez y por última vez.

Regresé a mi vida normal de entre semana, pensando que ya era mío, mío y solo mío, que el irrelevante no sería para mí más obstáculo.

Una última noche tiene esta historia, cuando fui a verle. Le había pedido me acompañara a una pequeña reunión que mis amigos residentes en “La Ciudad de Damas Fértiles” habían concertado. El Bebo me acompañó encantado y de esa misma forma me cegué aún más y sentí más fuerte mi victoria.

El derrumbe vino más tarde al volver al bar aquel, donde, para mi gran sorpresa le esperaba nada más y nada menos que el irrelevante, quien acaparo toda la atención de El Bebo, que dicho sea de paso nunca mostró resistencia a ese hecho sintiéndome yo en ese instante disminuido y olvidado, pisoteado y destruido.

Los sucesos de esa noche no los recuerdo del todo, creo que a causa del alcohol, o del dolor que me causaría recordarlos. Tengo entendido, por comentarios de Nena que me comporté como un infante y que herí con mis palabras a El Bebo, cosa que no me perdono ni a mi mismo, pues por encima de todo aún lo aprecio y lo estimo, mas no me atrevo a decir que lo quiero o lo quise, pero sé que estuve cerca.

Hoy mientras transcribo los acontecimientos que conforman esta historia me pregunto:

¿Por qué es tan complicado eso del Amor?

Si alguno de ustedes tiene esa respuesta por favor siéntese en una computadora y escriba un explicito mail y comience una cadena, sé que eventualmente lo leeré.

Mil gracias por su tiempo e interés en mi historia. Entristecido pero más fuerte, se despide,

Un loco confundido, enamorado y correspondido a medias por quien no tenía la libertad necesaria.

*Bebo…De corazón y sin rencores, gracias por la oportunidad de aprender de la vida, las experiencias y los sinsabores. Sin esas cosas no hubiese podido escribir esto.

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